Para mí, el gran vencedor de las
elecciones generales del 20 de diciembre es, sin duda, la democracia. Tras meses
en los que los políticos figuraban como primer problema de los españoles,
después de que la política fuera denostada por miles de ciudadanos que la
sentían lejos e ineficaz para solucionar sus problemas, los españoles han
participado un 4% más que en 2011. Una participación muy importante que tiene
una lectura clara: los ciudadanos creen que la política debe ser la herramienta
para solucionar sus problemas y garantizar el futuro de España.
Dicho esto, que para mí es
crucial, el resultado electoral tiene muchas lecturas, todas ellas legítimas y
respetables, pero que conducen a una conclusión clara: nadie ha logrado su
objetivo. Los españoles han votado, han elegido, y ahora es labor de los grupos
parlamentarios ponerse de acuerdo para formar un Gobierno que de estabilidad al
país. Los acuerdos son fruto de negociaciones, y negociar implica CEDER, no
IMPONER. Es necesario tener muy claro esto último.
Un Gobierno tiene que tener Presidente,
y está clara una cosa: o lo preside Rajoy (si no tira la toalla y el PP propone
otra persona) o lo preside Pedro Sánchez, como líder de la segunda fuerza
política del país, tras obtener un resultado que a los socialistas no nos
satisface, pero nos sitúa de nuevo como alternativa clara al Partido Popular a
pesar de que nadie daba, o nadie quería dar, un duro por nosotros. Ésta es la
disyuntiva, Mariano o Pedro.
Primer paso: el ganador de las
elecciones, ha sido el PP, y a ellos les corresponde explorar la formación de
Gobierno, no con el apoyo del PSOE, puesto que nuestro modelo de país nada
tiene que ver con el del PP. Pedro Sánchez, en caso de que Rajoy fracase en su
intento, tendrá toda la legitimidad para explorar una vía y formar un Gobierno,
pues tiene un proyecto para España, de moderación, de equilibrio territorial y
de recuperación del Estado de Bienestar, algo imprescindible para coser la
herida social producida estos últimos cuatro años.
Una actitud equivocada: que la
tercera fuerza del país, PODEMOS, que todavía no conocemos la estructura como
grupo parlamentario que tendrá, aunque ya leemos que algunos grupos adscritos a
este partido quieren tener grupo propio y defender territorios y no personas,
haya puesto una condición sine qua non para apoyar un gobierno de cambio: la
celebración de un referéndum en Cataluña. ¿Y los recortes? ¿y la sanidad y
educación? ¿y el Salario Mínimo y pensiones? ¿y la Ley de Dependencia? ¿y los
desahucios? ¿y la progresividad fiscal? ¿y la pobreza energética e infantil? Yo
desde luego antepongo las políticas sociales y las personas a los territorios,
las banderas y el fervor nacionalista. Mi patria es la gente.
España no está para golpes en el
pecho, no está para imposiciones. España tiene ante sí un reto importante:
aprender del resto de Europa la cultura del pacto, la negociación y el acuerdo
para que salga adelante. España no está para elecciones, porque sería un
fracaso de quienes han obtenido el voto ciudadano para ponerse de acuerdo. Los
ciudadanos no merecen estrategias de partido, sino altura de miras y cintura
política de éstos para acordar un gobierno que resuelva.
Hay dos modelos claros de país. Ninguno
de ellos tiene mayoría para abrirse camino, y las mayorías son el fruto de la
negociación y el acuerdo. La negociación y el acuerdo no son fruto de la
imposición sino de la cesión, y desde luego, ningún partido electo, mucho menos
la tercera fuerza, está en condiciones de imponer una línea roja para formar un
gobierno, menos aún si se refiere a quebrar la convivencia entre iguales. Cada uno
tiene que acatar el lugar que le han dado las urnas, ser responsable, serio y
actuar en consecuencia. La campaña ya ha pasado, los mítines se han acabado y
los platós de televisión han dado paso al lugar donde se toman decisiones. Antepongamos
las ideas y los ciudadanos, no las líneas rojas, no sea que al final, éstas, lo
tiñan todo de nuevo de azul.
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